Como bien dice Don Gato, la pucha que no he escrito hace tiempo. Mi último post fue en Mayo, y p*ta que han pasado cosas desde entonces. Por partes:
Europa
Como conté en algún momento, nos fuimos a España y luego a Inglaterra. A España para la conferencia de tecnologías para la educación ICALT 2008, donde presenté el paper sobre Glosser, la herramienta que ha sido resultado de nuestra investigación hasta ahora. Fue exquisito, verano en la costa norte de España, en Cantabria, días de sol espléndido, salía a correr en las mañanas por la costanera, luego a la conferencia, y escaparme temprano para juntarme con la Ce y pasear por la playita. Dos eventos, un cóctel lleno de jamón serrano y alcohol, y una cena de gala en el Gran Hotel Sardinero. La cena fue algo digno de mencionar, apenas nos llegaron los menús, observamos cinco platos para elegir: risotto, pescado, carne, pollo y una tortilla de verduras. Nuestra sorpresa fue cuando llegaron los mozos con el risotto, sin preguntarnos qué queríamos, bueno, la cosa es que no eran opciones... nos trajeron los cinco platos, luego de eso un postre y finalmente un "bajativo" de un licor bien fuertón tipo aguardiente. Casi nos morimos de tanto comer, aunque yo por lo menos aperré hasta el final. Conocimos grandes personajes: Ungkyu -el profesor coreano-, los españoles de la organización -simpatiquísimos-, Álvaro -un portugués con seis nombres-, Fiona -la única otra cangura, a la que nadie le entendía el acento-. Muy buenos recuerdos.
Luego vino Cambridge, ciudad antigua y de ensueño, es como pasearse por una escena de Harry Potter, todos los edificios son antiquísimos, calles estrechas llenas de recovecos, no hay casi ninguna línea recta. Se mantienen los pequeños letreros colgando desde las puertas, sin ensuciar la arquitectura. Todo el mundo anda en bicicleta y es EXTREMADAMENTE educado. Imagínense una pequeña ciudad donde todos los habitanes son estudiantes, profesores o turistas (en menor proporción). En las mañanas salía a correr y TODO el mundo saluda, hay algunos puentes en los que cabe una sola persona y todos se empecinan en darle la pasada al otro -Después de usted.. Oh no! Después de usted... Muchísimas gracias...-. Los jardines son sobre todo naturales, sin demasiada poda para dar forma sino más bien dejar crecer, el río Cam, que da el nombre a la ciudad, gira en torno al centro histórico donde decenas de puentes se suceden, por el río se puede andar en Punt, botecitos empujados con una vara, a lo góndola. Nos alojamos en el Wolfson College, en un departamento de un dormitorio y un escritorio grande, que realmente era a todo trapo. En la mañana las ardillas Sahne Nuss andaban por los jardines saltando. Pero debo decir que eché de menos la miseria humana, era como todo demasiado perfecto, ningún vaguito medio loco, el curadito cayéndose, el gordito solo con cara de desesperanza...
Fueron cuatro semanas en Cambridge, y aprovechamos los fines de semana para escapar. La primera parada: Paris. Nada que hacer, es demasiado bello. Diferencias notables con Sydney: Donde nosotros vivimos se ven parejas "multi-étnicas", pero son la excepción, no la regla. En Paris era todo lo contrario, lo raro era ver una pareja que se viera como homogénea. Toda la gente en las calles, caminando, entrando a los cafés, mucha vida pública. En Sydney también es así, pero en menor cantidad y hasta mas temprano. A las once de la noche no queda nadie en las calles de Sydney, en Paris estaba lleno, realmente está todo pasando. En Sydney, los anglosajones gustan de sentarse en las mesas por fuera de los cafés, los parisinos igual, la diferencia está en que tu pasas por el lado de los canguros y ni te miran, están en la suya, en Paris era una pasarela, TODOS te miran, sin ninguna intención, de hecho miran a todos, todos se miran! No es el mejor lugar para un paranoide, al final nos acostumbramos y nos sentamos a mirar desde un café. Finalmente, en Sydney puedes encontrar artistas callejeros un poco como en Santiago, en ciertos barrios emblemáticos, en Paris eran miles, en el metro, en las calles, por todos lados. Nos tocó ver un espectáculo de títeres en el metro que estuvo re-bueno. Estuvimos cinco días en Paris, se hizo poco.
Siguiente fin de semana, a Londres, infinitamente distinto a Paris. Todo está ordenado, y todo funciona. La mayoría de los museos son gratis, a diferencia de Paris, donde todo se paga. Los jardines están todos podados a consciencia y siguiendo algún patrón, en Paris eran bastante más libres a excepción de los palacios antiguos. Muy lindo, ciudad como corresponde, con delincuencia, vagos, el curadito de siempre... Nos ayudó a recuperarnos de la perfección de Cambridge. Dicen que es muy caro, la verdad es que fue más barato que Santander y MUCHO más barato que Paris, incluso algunas cosas al mismo precio que en Sydney. También dicen que los Londinenses se destacan por su mal gusto para comer, como los canguros. Para probarlo fuimos a un restaurant asiático, porque echábamos de menos la comida Tailandesa de Sydney, y encontramos nuestro plato preferido "Verduras salteadas y pollo con salsa de Castañas de Cajú", suena pituco, pero es uno de los platos más baratos que se pueden comer en Sydney. La versión londinense fue simplemente asquerosa, como si hubiesen tomado el plato que nos dan en Australia y lo hubiesen lavado para sacarle el sabor y le dejaron un poco del agua... guac! La comida en el Hotel estuvo un poco mejor, pero no aspiramos a nada más allá de un bistec con papas fritas. La cerveza tibia? Es cierto! Asqueroso! Pero hay bares que prometen tenerla a temperatura adecuada.
De vuelta en Sydney
La vuelta fue linda, echábamos de menos nuestra propia casa. Yo diría que yo por lo menos echaba de menos Sydney, aunque nadie me creyera. Es como cuando pienso que echo de menos Santiago... Santiasco?!? Es que la verdad es que no se imaginan lo que se aprecia la sensación de familiaridad. Creo que eso lo estoy ya consiguiendo en Sydney, espero que sea como un segundo hogar que pueda visitar a menudo.
El jetlag fue todo un issue, nos costó una semana entera recuperarnos, despertábamos a las 3 de la mañana todos los días, y ni modo de dormirnos de nuevo. Cuando ya todo estuvo en orden, decidimos darle un nuevo aire a nuestra cuenta regresiva, es cierto, nos queda un año y medio nomás, la mitad del viaje ya se cumplió (un poco más). Para eso quisimos cambiarnos de casa -ustedes saben que somos re gitanos- y aprovechar de ahorrar con eso para poder gastar en más paseos y disfrute. Nos cambiamos de Alexandria, barrio ex-industrial que ahora es más residencial, a Newtown, el barrio bohemio de Sydney. En Newtown está lleno de restaurantes, cafés, galerías de arte, tiendas de ropa, pero todo teñido de la parada intelectual/alternativa a lo Bellavista en Santiago. Lo mejor es que me queda a un paso de la universidad, así es que no demoro nada en ir y volver, además es un octavo piso, y la vista a la City es inigualable -la City le llaman al centro-. La verdad es que estamos super felices con la consciencia de que estamos en la cuenta regresiva.
Finalmente, lo más probable es que dicte de nuevo cátedra el próximo año, lo que me tiene bien feliz. A eso le sumo que el doctorado va re-bien, publicamos otro paper en una conferencia acá en Sydney, lo que ayuda a finiquitar todo como corresponde.